Si en Demo había logrado capturar con eficacia las angustias comunes de la post-adolescencia, y en Lunes abierto mezclaba con equilibrio los juegos oníricos y el gusto por la parodia con una inesperada irrupción del policial, en Despierto Ignacio Sánchez Mestre progresa hacia un territorio más incierto, más abierto a la exploración, con una trama completamente atravesada por los sueños. Hay tres personajes en escena y uno es un oso, pero con evidentes rasgos de humanidad. Juan Barberini y Violeta Urtizberea interactúan con ese extravagante compañero de elenco, tierno, melancólico y ocasionalmente mordaz, que Iair Said lleva a buen puerto con pericia e inteligencia.
Formado con Nora Moseinco, quien le infundió ante todo confianza en la libertad a la hora de la creación artística y fue el puente que lo unió con Ariel Farace, director con el que perfeccionó su trabajo con la dramaturgia y con el que aún mantiene contacto fluido, Sánchez Mestre nació en San Juan y pensó en algún momento en estudiar diseño gráfico, pero desistió por su daltonismo. Se decidió por la carrera de Publicidad, la terminó, y después vivió seis meses en México. Suficiente tiempo para calcular, a la distancia, que el mejor plan era volver a Buenos Aires y dedicarse al teatro. Este año, Sánchez Mestre –también joven guionista del éxito televisivo Guapas– hizo un muy buen trabajo de dirección en Holyfood, obra del polaco Marek Kochan que fue parte de la segunda edición del Festival Internacional de Dramaturgia Europa + América, una prueba estimulante de cruce teatral. Es probable que sea la decisión y no la casualidad la explicación para los vínculos evidentes entre las obras que ha dirigido hasta ahora. “Más allá de que el nombre de esta obra, Despierto, es casi sin querer una mezcla de Demo y Lunes Abierto, creo que hay muchas conexiones entre las tres”, explica. “Hay algo en Despierto que se asemeja bastante a Demo en la estructura. También en algo de la sensación, o de trabajar con un estado anímico, o desde un estado en particular del personaje principal. Y también hay mucho de Lunes abierto. Aparece un elemento fantástico y en ningún momento se discute lo verosímil del hecho; se da por sentado y se avanza con eso. Hay algo de los sueños presente en las tres obras. En Demo, de una manera más cotidiana, en una escena los dos personajes intentaban contarse los sueños más raros y trataban de interpretarlos; en Lunes abierto era a partir de unos sueños que el protagonista llevaba adelante la acción de la obra, confiando en algo que soñó e intentando llegar a eso; y en Despierto hay algo más del sueño como concepto que engloba la obra. Creo que en las tres también hay mucho sobre el lenguaje. Más joven y adolescente en Demo, más de ver cómo se mezcla el lenguaje en las generaciones en Lunes abierto, y más del aprendizaje en Despierto. De cómo alguien le enseña a hablar a otro ser y cómo ese ser se pregunta acerca del lenguaje y también de las diferencias. Siempre me llamó la atención cómo los humanos, que hablamos un mismo idioma, nombramos de diferentes maneras a lo mismo, por el simple hecho de haber crecido en un lugar distinto. Por último, en los tres trabajos aparece de alguna manera la música. Creo que la música es algo que me resulta muy lejano y muy cercano al mismo tiempo, como si hubiera un indicio ahí que todavía no descubrí. Pero no arranco con demasiadas decisiones tomadas de antemano. Me gusta estar perdido cuando empiezo a escribir, dejarme llevar por un impulso y descubrir con el tiempo la obra, de a poco empezar a entenderla.”
“Siempre me llamó la atención cómo los humanos, que hablamos un mismo idioma, nombramos de diferentes maneras a lo mismo, por el simple hecho de haber crecido en un lugar distinto.”
Sánchez Mestre recuerda haber leído por primera vez una obra a los doce años. Iba a un taller de teatro en San Juan y la profesora les pasó a sus pequeños alumnos una pieza infantil, titulada Los diablos ya no asustan, con el objetivo de hacer una puesta para el acto de fin de año. “Era una reunión de diablitos que estaban preocupados porque ya nadie les temía y que tiraban ideas para ver qué hacer”, cuenta Ignacio. Llegó diciembre y un estreno marcado por un calor agobiante. Se filmó la obra en video y los papás de Ignacio compraron una copia, por pedido expreso de él: “Me parecía importante tener el registro de la primera vez que actuaba con público”, razona ahora. “En el video se ven dos ventiladores gigantes apuntando al público, haciendo un ruido insoportable, y atrás, en el escenario, un grupito de nenes con calzas rojas. No se escucha nada por culpa de los ventiladores. Más adelante, cuando llegué a Buenos Aires, fui a ver Nunca estuviste tan adorable, de Javier Daulte, y creo que algo de haber crecido en el interior y viendo tanta televisión hizo que me resultara muy fácil conectar. Fui muy fan de Mein Liebster, de Luis Garay, la primera obra a la que tuve que ir por compromiso: mi primera amiga en Buenos Aires fue Flor Vecino y, saliendo de una de las clases de Nora, me dio la postal y me pidió que fuera. Ahí actuaba Martín Piroyansky. Era increíble lo que hacían los dos. Después me enamoré de Luisa se estrella contra su casa, de Farace. En ese momento descubrí que el teatro también podía ser una poesía muy personal y tomar la forma que necesitara”.
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Despierto
De Ignacio Sánchez Mestre
Con Iair Said, Violeta Urtizberea y Juan Barberini
Los viernes a las 23 en Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556, CABA). Hasta el 25/11.
Foto Ignacio Coló
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